
Cupido dijo no
Nos hemos besado un centenar de veces y el cielo sigue igual. Sé que siempre he sido cariñoso y atento, pero sobre todo sincero. Lo sabes. Hemos intentado enamorarnos más de diez veces y en todas fallamos.
El día que nos conocimos habías llegado tarde a un curso al cual también me había apuntado. -¿Cómo ser feliz en ocho pasos?- Así se llamaba. No sé tú, pero ya he dado más de veinte y no me funciona.
Ibas de azul. Era una camisa manga larga. Unos jeans negros y zapatos a tono. Te sentaste a dos puestos de mí. Y no fijaste tu mirada en mí sino hasta 31 minutos después de que llegaste. También he sido preciso con eso. Con el tiempo que nos ha llevado el estar juntos.
Seguro te pregunto y no recordarás cómo andaba vestido. Pero seguro sí recuerdas que ese mismo día intercambiamos números de teléfono, porque debíamos llevar a la sesión siguiente un análisis de -20 poemas de amor y una canción desesperada- de Neruda. Y eso pasó porque los dos quedamos solos y no había opción para emparejarnos.
Así fueron muchas de nuestras coincidencias. O nos juntábamos o nos quedábamos solos.
Recuerdo que un día dijiste que, habías conocido un café donde hacían tortas de calabacín y que si yo quería podíamos ir a conocerlo. Es mi torta favorita. Creo que te dio algo de miedo escuchar eso porque tus ojos se fueron al cielo por un rato. La torta estuvo buena. El café tenía el azúcar suficiente. Tus ojos me miraban mucho. Creo en ese momento ya no tenías tanto miedo. Más nunca volvimos.
El curso había terminado y cinco días después la ansiedad me ganó. ¿Quieres cenar en una pizzería que descubrí cerca de la universidad? Te escribí. No soy amante de la pizza leí en tu respuesta. Terminamos en un restaurante árabe de mala reputación. Lo habías escogido tú y yo no supe decir que sanidad clausuró el sitio más de una vez. Cargabas la camisa azul del aquel primer día y un perfume que después terminé comprando para echar por el cuarto. Lo admito, tengo mis desórdenes mentales bien refinados.
Estaba lloviendo la noche que me invitaste a tu departamento. La ropa la teníamos mojada y yo no pude agarrar el último tren que me llevaba a casa. Así terminé metido en tu cuarto y cambiándome delante de ti. Me ofreciste cena y una cerveza, hablamos de cualquier trivialidad y romance pasado, vimos televisión y me mostraste tu colección de películas. Había una repisa entera de libros en perfecto orden. Sólo uno estaba descolocado. Neruda y su veintena de poemas. Lo tomé para leerlo, disimulando mis nervios y buscando algo qué hacer. Pero me lo quitaste, pasaste unas páginas y leíste en un tono de voz que me inundó.
Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!
Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufrago.
Era la canción desesperada. Yo temblé del frío, de tu cercanía, de tu voz tan cerca de mí. De tus labios cada vez más cerca a los míos. Así se nos fue la noche. Tomabas un libro y lo leías al borde de mi boca. Como queriendo narrarle poemas a mis besos. Esa noche tampoco se repitió.
Nos besamos de nuevo en una sala de cine casi vacía, en un taxi a las 3:00 am, en el balcón de mi apartamento, riendo como niños en un parque, escondidos en el baño de un centro comercial. Muchas veces nos besamos. Pero el cielo sigue igual.
Una vez leí que cuando dos corazones se besan, el cielo cambia de color y le nace una nube nueva. No pudimos. No logramos ni dividir una de las tantas que existen.
67 días han pasado desde que gritaste. -Me atormentas, no te soporto-. Sabía que haberte planteado la idea de vivir juntos te molestó y delató mis intenciones. Yo sólo quería hacerte café en las mañanas, que arreglaras la cama y usáramos el mismo champú. Tú sólo querías seguir por el mundo narrando poemas en los labios de alguien.
¡Pero Cupido dijo no!, y desde entonces ya no nos vemos ni nos hablamos.
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Sergio Niño
Instagram: Sergiojosenr